Por Licenciado Jorge Alberto Di Virgilio
La Educación Técnica en Argentina no fue impulsada por el estado como práctica masiva en sus primeras décadas, excepto en algunos casos aislados como por ejemplo en el año 1871, cuando el Departamento Agronómico anexo al Colegio Nacional de Salta y el Departamento de Minería de los colegios nacionales de San Juan y Catamarca, iniciaron la enseñanza con programas específicos de formación técnica.
Algunos años más tarde se crea el departamento industrial que sería anexo a la escuela de comercio de la ciudad de Buenos Aires y recién para 1899 logra independizarse transformándose en la primera escuela industrial de la nación (a similitud de las escuelas profesionales alemanas y francesas) que luego se llamaría “Otto Krause”. Este instituto por muchos años formó técnicos en cuatro especialidades cuidadosamente seleccionadas siendo estas: construcciones, electricidad, mecánica y química.
La excepción en cuanto a la educación técnica como práctica masiva fueron algunos intentos como por ejemplo las reformas impulsadas por Magnasco hacia fines del siglo XIX y Saavedra Lamas en 1916.
La enseñanza técnica adquirió mucha importancia durante el gobierno peronista, dado que se le dio un rol central en la “revolución justicialista”. La Educación Técnica daba a los estudiantes un futuro trabajo que no solo permitía desarrollar su vida personal, sino que servía a las necesidades del estado al promover el desarrollo industrial y la modernización.
La expansión de la Educación Técnica y la importancia que el peronismo le adjudicó tuvo su reflejo en los cambios de la estructura ministerial, al establecerse un departamento especial para esa modalidad de enseñanza que jerarquizó su estructura administrativa.
El Primer Plan Quinquenal (1947-1951) se ocupaba de la organización del sistema educativo, para lo que se proponía crear un Nuevo Consejo Nacional de Educación, asignado al Ministerio de Instrucción Pública, con cierto grado de autonomía. Este nuevo Consejo estaría integrado por tres secciones:
- Enseñanza Primaria
- Enseñanza Secundaria
- Enseñanza Técnica.
La enseñanza técnica sería gratuita para todo obrero, artesano o empleado que viviera de su trabajo y para los que dependieran de ellos.
Adriana Puiggrós narra que entre los años 1943-1955 se presentó en el espacio educativo argentino un nuevo proceso: la ampliación del viejo sistema de capacitación técnica oficial y la creación de nuevas alternativas dentro de él, que partiendo del nivel primario (cursos de pre-aprendizaje, misiones monotécnicas), incluían el nivel medio (escuelas-fábricas, escuelas industriales de la Nación) y abarcaron hasta el nivel universitario (Universidad Obrera Nacional). Esta nueva rama tuvo un alto grado de autonomía respecto al sistema tradicional.
Dentro de lo legislativo, este sistema se respaldó en una serie de decretos y leyes que pueden dividirse en tres grandes grupos: los destinados a la creación de los primeros niveles de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional – C.N.A.O.P. – (Decretos Nº 15.438/44 y Nº 6.648/45), los referentes a la Dirección General de Enseñanza Técnica – D.G.E.T. – (Decretos Nº 17.854/44, 2.701/45, 9.078/48 y 19.379/48), todos los cuales fueron convertidos en leyes por la Ley Nº 12.921/46 del 21 de diciembre de 1946, y finalmente la ley referida a la duración del segundo nivel de la C.N.A.O.P. y la Universidad Obrera Nacional (Ley Nº 13.229/48).
A partir del Decreto Nº 2164/1952, la política educativa se inscribió en los postulados del segundo Plan Quinquenal.
Daniel Weinberg señala que tomando los datos censales de 1960, que la mitad de los que habían nacido de padres obreros en lugares urbanos, se habían convertido en miembros de la clase media, y otro 40 % había pasado de empleos no calificados a ocupaciones calificadas. Este cambio se produjo tanto por la movilidad individual como por la sucesión generacional: en 1960 habían pasado del estrato de trabajador manual al de clase media durante el curso de su vida más de un tercio de los trabajadores activos; por otra parte, la tasa de ascenso social de hijos en tareas no manuales cuyos padres eran trabajadores manuales que ingresaban al mercado de trabajo en los 30 y 40 era de más del 50 %. En parte estos datos se formaron durante el período peronista, posibilitando, de esta manera, la continuidad de la movilidad social en el país.
La Enseñanza Técnica Secundaria se extendió a la mayor parte de los hijos de la clase media y a su vez incorporó significativamente a los hijos de la clase obrera posibilitando una movilidad económica ascendente. También estas políticas potenciaron el desarrollo de emprendimientos PyMEs y la fabricación de productos con tecnología nacional, fortaleciendo de esta manera el proceso de industrialización por sustitución de importaciones.
Después de algunas etapas siniestras, que podemos circunscribir a las dictaduras y/o a los procesos neoliberales, que serían motivo para un análisis mayor (y que no tiene nada que ver con la idea de este artículo, que rescata las cuestiones positivas para la educación técnica de nuestro país), se sanciona la Ley de educación técnico -profesional N° 26.058 que retoma la idea inclusiva y de ascenso social para los jóvenes de nuestra patria.
La ley señala que la Educación Técnico Profesional es un derecho para todos los habitantes del país, que se hace efectivo a través de procesos educativos, sistemáticos y permanentes, y tiene entre sus principales objetivos desarrollar oportunidades de formación específica y prácticas profesionalizantes dentro del campo ocupacional elegido, así como también favorecer niveles crecientes de equidad, calidad, eficiencia y efectividad de la Educación Técnico Profesional, como herramienta clave de las estrategias de inclusión social, de desarrollo y crecimiento socio-económico del país y sus regiones.
A partir de estos amplios postulados tenemos mucho todavía camino por recorrer. Para el siglo XXI tendremos que intentar armar un tinglado estructural que permita sostener el desarrollo equilibrado de todas las capacidades del sujeto, ofreciendo un campo de prueba que le permita cultivar diferentes de intereses poniendo en juego esas competencias en alguno de los grandes ámbitos o contextos de aplicación: el natural, el social, el tecnológico y el simbólico, pero sin abandonar totalmente los demás.
Sin lugar a dudas abrir el abanico de posibilidades laborales beneficia no sólo a los jóvenes sino también al futuro de nuestra sociedad en su conjunto.
Las Escuelas Técnicas en la Argentina se caracterizaron por la permanente búsqueda de innovar tratando de alcanzar el vertiginoso cambio tecnológico de los últimos tiempos y gozaron de prestigio internacional en cuanto a la calidad de sus egresados.
Es necesario que las escuelas logren que sus egresados adquieran herramientas sólidas de conocimiento para que junto a políticas de estado que impulsen el desarrollo tecnológico, podamos potenciar el crecimiento de la tecnología nacional y atenuar los efectos no deseados que se presentan a partir de la globalización.
“…el balance entre la globalización y la diferenciación curricular debe ser constante al momento de definir campos transversales de conocimientos para campos profesionales existentes, pero admitiendo cierta contradicción entre la heterogeneidad y polarización existentes así como las restricciones laborales de un mercado selectivo y segmentado. Esta situación de partida no debe impedir reconocer escenarios de transformación relativa en el corto y mediano plazo, en los que la educación de calidad puede convertirse individualmente y colectivamente en un catalizador y potenciador de tales transformaciones.” (Riquelme, 1996.)
Sólo hombres y mujeres formados para seguir aprendiendo podrán conservar su empleo, moverse de un trabajo a otro, perfeccionarse y mejorar su entrenamiento no sólo para ascender laboralmente sino también para mantenerse en el mismo nivel de la escala ocupacional.
Claro está que la formación para el trabajo tiene sentido en la medida en que sea educativa. Los valores deben tener un significado sustantivo y la educación debería tener como propósito esencial formar en los valores éticos de la solidaridad, la equidad, el respeto a los derechos de todos los seres vivos y la preservación del ambiente para la vida.